Viva nuestro conductor, conductor, conductor

Previa crónica del IV Aquitaine Conference on Neuroscience, me siento en la obligación de contar cómo ha sido el viaje en sí. Por dos motivos: uno, porque es lo más apropiado, cronológicamente; y dos, porque es mucho más divertido, ya que como todos los que me conocéis sabéis de sobra, es imposible que me deje de suceder alguna cosa estrambótica cuando viajo. Esta entrada bien podría haberse llamado Odisea, pero no soy tan Drama Queen. Creo. En fin, allá vamos.

Después de intentar combinaciones varias en las que poder ahorrar algo de dinero, la opción más barata resultó ir coche. Me regocijé internamente cuando dos días antes de salir, recibí un correo de la organización avisándonos de la huelga de transportes que afectaba tanto a trenes como a aviones. «Yo me comeré 9 horas de viaje, pero a vosotros también os van a joder XD», fue lo primero que vilmente pensé. Total, que tras solucionar el tuya-mía con el coche, el lunes a las 8:00 salgo. Todo bien hasta que llegué a Zaragoza, y por la carretera en obras, me equivoco de salida. La primera. Yo tiraba y veía, o no veía, mejor dicho, la indicación que según La Via Michelín debería haber aparecido hace mucho rato. Pero sólo había señales a Madrid. Y yo a Madrid no quería ir, quería ir a Francia. Así que con dos cojones me salgo y doy la vuelta. Digo con dos cojones porque hasta ese momento a mí me parecía que había hecho todo como tocaba. Es decir, me di la vuelta pensando en que quizá la estaba cagando. Pero mi marcador somático no me falló, y a los pocos kilómetros encontré las señales correctas.

Alegría, llego a Francia.

Tras un rato conduciendo, peaje. Los peajes no aceptan mi tarjeta. La segunda; Bienvenue a la France. Voy tirando del poco dinero en efectivo que tengo hasta que se me acaba, momento en el que pienso «Ok, me arriesgo y salgo a algún pueblo de por aquí, saco pasta y vuelvo a la autopista. Mira, Capbreton, ese es famosillo; vamos pa’llá«. Cuál no fue mi sorpresa que para entrar en Capbreton, hay que pagar también, pero como no tenía ni un clavo, empezó lo divertido. Me pidieron el dinero, les dije que no tenía, y que los cobradores automáticos rechazaban mis tarjetas. Me pidió el carné de conducir, el cuál no llevaba porque en España no es necesario, y gracias a este fantástico cerebro nuestro, automáticamente pensé que allí tampoco sería necesario. Todavía no sé si lo es. Al final, se queda mi DNI, me deja pasar, me retiene el coche, voy hasta Capbreton andando (3,5 km decía la señal. Yo creo que son más), saco pasta con 3 eurazos de comisión, vuelvo y pago el peaje de salida y entrada de nuevo en la autopista. Luego, todo bonito, casi tres horas de carretera acojonantemente recta en la que de vez en cuando se veía una señal de «Prohibido adelantar en los próximos 30 km«. Just great.

Llegué a Arcachon a las 12h de salir de Castellón.

En este punto, falto a la razón número 1 de este post y os relato el viaje de vuelta, que tampoco tiene desperdicio.

La vuelta por Francia, sin problemas. Llego a España y genial, iba muy bien de tiempo. A las 12:3o estaba para coger la autopista hacia Pamplona, pero recordé la tremenda nostalgia que me había dado el pasar por Euskadi a la ida y decidí parar a comer en Vitoria. Algo rápido, por ver la ciudad, nada más. Al final, el «por ver la ciudad» se convirtió en un reencuentro con un amigo al que no veía desde que nos vinimos a Castellón, y una visita al colegio que me vio crecer.

Salí de la ciudad a las 16 h, confiadísimo en que recordaría los viajes a Castellón cuando vivíamos allí arriba. Sabía que había algo de Miranda de Ebro, así que para allá me fui. Craso error. Casi llego a Santander. Menos mal que paré en una estación de servicio y me dijeron que diera la vuelta, si no, aún estoy de viaje.

Di la vuelta y tira que tira. Me vuelvo a equivocar de salida y me voy hacia ZaragozaLleida, en vez de ZaragozaMadrid. Sin embargo, después de mucho estrés, muchos kilómetros y muchas paradas en áreas de servicio, con sus correspondientes chocolatinas, para confirmar/rectificar mi trayectoria, no sé cómo demonios acabé en la carretera nacional dirección CastellónAlcañiz. Y como soy cabut y estoy más mec que un cedro, en vez de seguir por la carretera más mala con dirección Castellón, preferí salirme a buscar la autovía con dirección vete-a-saber. Normalmente, cuando ves una salida para la autovía o la autopista, suele ser porque están cerca. Pues en Aragón, no. Me encontré de repente en una carretera comarcal al más puro estilo peli de terror que no sabía adónde me iba a llevar. Solución, vuelve a parar. Al final llegué a la autopista, pero algo no me cuadraba; estaba yendo hacia arriba, cuando tenía que dirigirme hacia abajo. Solución, vuelve a parar (one more time), pero esta vez, salí de la autopista. En el peaje pregunté si por allí llegaría a Castellón. Después de mirarme como quien ve un gilipollas por primera vez en su vida, me dijo que sí, y me soltó una retahíla de pueblos por los que debía pasar antes de llegar a Tortosa, donde estaría indicado el camino a Castellón sin problemas. Me dirijo a Tortosa through several pueblos de la comunidad catalana. El primero, Caspe.

Al llegar, ya me arrepentí, porque veía que eso no estaba bien del todo. Mientras llegaba pasé varias señales indicando Alcañiz, y recordé aquella carretera que hube abandonado tiempo atrás. De nuevo, paro y pregunto. Una pareja muy simpática me asegura que por ahí no hay pérdida, así que les hago caso y tiro. Enseguida veo la indicación hacia Castellón, pero el castigo por mi arrojo al volante iba a ser castigado con kilómetros y kilómetros de puerto de montaña y carretera en obras. Iba de una mala leche increíble, con estrés y mucha prisa. Ir a 140 por una carretera comarcal es una sensación tan extraña como poco recomendable. Pero por fin llegué a VinarozVinaroz!). Paré a cenar en un bar de carretera y me di cuenta de que hasta ese momento había comido mi propio peso en chocolate. Me dio igual; estaba cansado, estresado, frustrado y tenía hambre.

Retomé el camino con el mismo mal humor pero más calma. Ahora era sólo cuestión de tiempo. Al final llegué sobre las 00:30 a Benicásim, pero seguía cabreado. Tanto, que pasando Oropesa hay un hostal con un cartel enrome en rojo y azul que pone «Hostal Ruta». Yo leí «Hostia Puta». Si me hubiera encontrado a Papa Noél le pego una patada en la cara.

¡Ah! Y todo eso acompañado de la fantástica música que suena en la radio, las veces que tenía la suerte de encontrar dial, ya que estaba roto el lector de cd’s del coche.

Y así ha sido mi ida y vuelta de uno de los congresos más asombrosamente acojonantes que he visto.

 

 

7 comentarios en “Viva nuestro conductor, conductor, conductor

  1. ostia!!! lo jodido es que el que la caga al conducir eres tú! a mí me pasó una historia un tanto similar, pero podía echarle la p…a culpa al p…o Ken conductor del p…o autobus alsa, que ligaba con la p…a gorda (xq era p…a y gorda) y quedaba con ella mientras conducía a 130 km por la p…a autopista del mediterraneo y chafaba la p…a línea del arcén.
    Me cago en su p…a p…a (me refiero a la p…a que se intentaba ligar)!!!

    lo siento por los tacos pero es un tema que me irrita tanto como los bañadores con braguero desbocados.

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  2. Juas! si llego a ir contigo al congreso, en lugar de quedarse con tu DNI antes de andar 3.5 Km, hubiera insistido para que se quedaran conmigo y no con tu DNI para ahorrarme la caminata…. ¿A quién se le ocurre no llevarse dinero en efectivoo??:P

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